La noticia saltaba en el Reyno de Navarra poco antes de las seis de la tarde; Xabi Alonso, con un proceso gripal se caía del once. En su lugar, Mourinho dio entrada a Lass para formar con Khedira un abrupto y poco ingenioso doble pivote. En Pamplona los partidos se presumen de siempre físicos, hecho por el que el técnico portugués debió descartar a Granero.
Siete minutos hicieron falta para darse cuenta de que la opción elegida era la equivocada; Lass vio la amarilla. A partir de ese momento, el centro del campo de Osasuna, dirigido por un veterano Puñal, se hizo con el esférico y los tiempos del fútbol. Ni patadas, ni faltas, el Madrid era inferior a Osasuna con el balón jugado por el suelo.
Los rojillos, con Pandiani de enganche, en lo que supone la antítesis del 'trescuartista' de manual, no llegaba con claridad, pero sí era capaz de mantener el balón lejos de la zona de peligro. Mientras tanto, el Madrid recurría a Ronaldo, su única arma cuando el fútbol no fluye por el centro del campo. La mejor oportunidad llegó cuando el portugués se plantó delante de Ricardo, pero se entretuvo y Sergio achicó sin problemas.
La primera parte se cerró con el único coletazo que recordó al Reyno de Navarra de toda la vida; Pandiani y Ronaldo se enzarzaron de camino al túnel de vestuarios y el respetable despertó. El "Camacho vete con ellos" dio paso a un contante fervorín que alentaba a su equipo. El equipo pamplonica llevaba ocho partidos consecutivos antes de que el Real Madrid apareciera por su feudo.
La segunda parte comenzó siendo un calco de la primera, la vetusta columna vertebral de
Osasuna seguía maniatando a Khedira y a Lass. Jugados sesenta minutos del choque, la reflexión parecía clara, puede que el Real Madrid necesitase más un sucedáneo de Xabi Alonso que un Adebayor.
El Madrid mejoraba poco a poco conforme Osasuna se iba consumiendo, Ronaldo dispuso de dos disparos de media distancia que apenas inquietaron a Ricardo. En ese lapso en el que los partidos suelen terminar cayendo del lado madridista, Pandiani filtró un balón rebotado a Camuñas que con una parsimonia inusual batía a Casilla y encendía las alarmas en el banquillo blanco.
Como si de un desfile de moda se tratara, Mourinho mandó cambiarse a Kaká, Alonso y Adebayor e introdujo en el campo todo el talento que tenía en la recámara. Los sacrificados, Albiol, Lass y el argentino Di María, que lleva unos partidos en los que ha perdido la capacidad de sorprender a las defensas.
Con 20 minutos por delante, el Real Madrid siguió intentándolo, pero Osasuna plantó una muralla al borde del área cual equipo de balonmano. Osasuna tiene una medular mayor, cansada y experimentada, pero en cambio dispone de laterales y extremos jóvenes y fogosos, los rojillos nunca pasaron apuros. Principalmente porque cuando despejaban los balones, Aranda, Vadocz y Corominas eran capaces de retenerlo e incluso inquietar a la defensa blanca.
Así se consumió el partido y la Liga del Madrid, que sale de Pamplona a siete puntos del Barça y con una estocada moral que puede convertir el trámite de Copa frente al Sevilla en una pesadilla. Por su parte, Osasuna coge aire y su entrenador se agarra al banquillo.